¿Darle al César lo que es de Dios?
- Eduardo Sasso

- Jan 10
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Pero Jesús, sabiendo que fingían, respondió: —¿Por qué me tienden trampas? Tráiganme un denario para verlo... Evangelio según Marcos, 12:13-17
Para quienes vivimos en el mundo secular, la famosa frase de Jesús respecto a darle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios, ha llegado a interpretarse más o menos así: “La religión y la política son cosas incompatibles. La religión es una cuestión ‘interna’, de decisión ‘personal’, ‘entre uno y Dios’; el César (el emperador) es el encargado de la política y la economía.” A esto, existen algunos que agregan: “Y al César hay que obedecerlo siempre.”
Esta ruptura entre lo ‘personal’ y lo ‘político’ ha llevado a muchas personas a creer que los césares que gobiernan el mundo pueden usar sus monedas para hacer lo que les venga en gana. Pero ¿puede esa creencia sostenerse por sí misma a la luz del testimonio pleno de las escrituras cristianas?
Más allá de la moneda
Debemos comenzar enfocando la atención en la moneda a la que Jesús dirigió la mirada de sus oyentes, previo a pronunciar su famosa frase respecto a darle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Se trataba de un ‘denario’ —una moneda con la imagen de Tiberio César, representante de Roma y de todo el poder que el imperio pagano representaba—. Tiberio también fue un emperador aclamado como el hijo de un dios (su antecesor, el divino Augusto César).

El conflicto, entonces, parte desde ahí porque tales ‘denarios’ tenían impreso el rostro de César. Como lo ha hecho ver el historiador de Oxford N.T. Wright, además de ser instrumentos para el comercio, esas monedas también funcionaban como el principal medio de comunicación masiva del mundo antiguo. Eran utilizadas como megáfonos que amplificaban la riqueza y el poder del emperador, y así contribuían a subyugar la imaginación de naciones enteras. La propaganda imperial de Roma, masificada ni más ni menos que a través de tales monedas, le permitía a Tiberio controlar y cobrar impuestos a millones, incluido el propio pueblo de Jesús.
Pongámonos entonces en las sandalias de los judíos del siglo I, gente que fue dominada y en buena parte crucificada por los romanos...
Los judíos habían aprendido de la ley de Moisés que no debían grabar imágenes en ninguna parte. Y creían también que ningún dios extranjero debía ser servido excepto el suyo propio, Yahvé. De ahí que verse obligados a usar las monedas de César —y encima pagarle tributo— era prácticamente una bofetada.
Como señala Wright, varios movimientos de rebelión surgieron en la Palestina del siglo I en respuesta al compromiso. Las protestas en Jerusalén contra las élites romanas y judías se dieron una y otra vez. Eran alimentadas por la memoria del Éxodo y también por revoluciones más recientes, como la encabezada en 164 a. C. por el sacerdote judío Judas Macabeo contra el imperio invasor de los Seléucidas.
Algunos de estos movimientos, a su vez, a menudo llamaban a una revolución armada contra las autoridades extranjeras: “¡Denle a Roma lo que merece!” “¡A Roma hay que pagarla íntegramente, ojo por ojo!”
Para la gente común de Israel, el compromiso era ofensivo. De hecho, era una blasfemia. Como buenos monoteístas, sabían que no podían estar a favor del imperio del César (contrario a como sí lo estaban el rey marioneta Herodes Antipas y los principales sacerdotes del templo). La nación entera no estaba adorando a Yahvé su dios como debía.

Más bien, según Wright, la élite político-religiosa de Jerusalén estaba en complicidad pasiva con el emperador, dándole a él indirectamente la lealtad que sólo Dios merecía.
En respuesta, en recelo y rebeldía, algunos abogaron por la violencia —aunque eso implicara utilizar los mismos medios violentos del enemigo para derrotarla—.
Este turbulento contexto ha llevado al mencionado historiador de Oxford a descartar que el famoso dicho de Jesús sobre Dios/César sea visto como un cheque en blanco que le permite a César hacer lo que quiera y a la gente obedecer lo que él ordene. En cambio, Wright encuentra una ‘crítica triple’ en las palabras de Jesús:
una crítica de las afirmaciones expansivistas y profanas ‘de’ Roma,
una crítica a una revolución fanática y violenta para derrotar ‘a’ Roma, y
una crítica contra la confabulación de los líderes político-religiosos de Jerusalén ‘con’ Roma.
Jesús no aceptó ninguna de esas tres. La complicidad con Roma estaba mal, pero también lo estaba la violencia. Roma debía aceptar que sus pretensiones arrogantes estaban siempre supeditadas a las pretensiones del Dios verdadero.
“Al César se le debe pagar lo que le corresponde”, comenta C.M. Tucket, “pero esto solo bajo la premisa más universal de que a Dios, como el Todopoderoso, se le debe lealtad suprema. Si las pretensiones del César y las de Dios entran en conflicto, entonces las de Dios siempre deben prevalecer.”
El llamado del Nazareno, sugiere Wright, fue a practicar una revolución todavía más profunda: una revolución de convertirse en gente de bien imitando el amor radical de Yahvé, su Dios. Dirigidas a aquellos con oídos para oír, las palabras de Jesús fueron sutiles pero altamente subversivas: “Devuélvele al César esa moneda profana, y la dedicación y lealtad que le han estado dando al César, dénsela a Dios.”
Llamando a un tipo de revolución muy distinta para socavar el imperio de Roma, Jesús desafió a sus contemporáneos a ser ‘la luz del mundo’ y a ser ‘hacedores de paz’ (Mt 5). Pero al hacerlo, no hizo un llamado escueto a ‘almas eternas’ ni a personas confundidas buscando una experiencia religiosa individualista ni ensimismada.
No, la crítica triple de Jesús fue más bien una declaración política y pública. Fue una crítica a las élites políticas y religiosas, y a su vez un llamado a personificar el sueño de Yahvé de construir una sociedad de amor al prójimo y equidad aquí en la tierra, y —de esa forma— quitarle la honra a las blasfemias arrogantes del César y dársela más bien al único Dios a quien le pertenece.
Para ir más allá...
Bauckham, R. (2011). Jesus: A Very Short Introduction. Oxford University Press.
Heilig, C. (2022). The Apostle and the Empire: Paul's Implicit and Explicit Criticism of Rome. Eerdmans.
Horsley, R. (2003). Jesus and Empire: The Kingdom of God and the New World Disorder. Fortress Press.
Horsley, R. (1997). Paul and Empire: Religion and Power in Roman Imperial Society. Trinity Press.
Perry, M. (2003). Under God? Religious Faith and Liberal Democracy. Cambridge University Press.
Tucket, C.M. (2001). ‘Mark’ in The Oxford Bible Commentary. Oxford University Press.
Wright, N. T. (2016). How God Became King: The Forgotten Story of the Gospels. HarperOne.
Wright, N. T. (1997). Jesus and the Victory of God (Christian Origins and the Question of God, vol II). Fortress.
Eduardo Sasso es Máster en Teología Interdisciplinaria y autor de Jesús Presidente, un experimento que explora el legado de Jesús de Nazaret para el mundo de hoy.




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